lunes, 13 de abril de 2020

LEYENDA DEL ANGEL DEL SILENCIO


Se dice, y algo de verdad no puede dejar de haber en ello, que, antes de nuestro nacimiento, antes de que nuestra madre nos dé a la luz de este mundo, hay un ángel, que, al cabo, será nuestro ángel de la guarda (o ángel custodió), que apoya uno de sus dedos, el índice en concreto, sobre nuestros labios que aún se forman, sin estar aún manchados por las palabras, y nos dice al oído, que no conoce de las palabras de los otros sino una vibración acuosa, muy despacio y bajito: «Calla, no digas lo que sabes». De este forzado silencio, tan platónico por otra parte, desde el cual advenimos al mundo sin recordar nada del sitio de donde venimos, no queda más que un testigo físico en nuestro cuerpo recién nacido, como una suerte de reminiscencia, que es la hendidura, huella donde el ángel posó su dedo índice, que parte y reparte nuestro labio superior entre los dos perfiles de nuestro rostro. En cada uno de nosotros, donde esta hendidura se ensancha o se estrecha, se acorta o se alarga, pero en todos por igual, en consecuencia.

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ANGEL DE AMOR

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